jueves, 8 de febrero de 2018

39 El crítico y la joven novelista


El crítico y la joven novelista

Antonio García Velasco



Aquel nigromante se transformó en crítico literario después de realizar los estudios de filología hispánica y un máster en teoría literaria. La síntesis entre su magia negra o diabólica y los juicios sobre la bondad, verdad y/o belleza de la poesía, la novela o el cuento, pronto, le proporcionó la fama de mejor y se lo rifaban las grandes editoriales para que se ocupara de las obras que publicaban.

Decidió, pues, con el beneplácito de las empresas editoras, firmar unas reseñas con el nombre de Leopoldo Llorach y otras, con el de Santiago Saavedra. Sus dictámenes hacían vender libros que, en definitiva, era el objetivo. Como tenía trabajo de sobra, rechazaba cualquier libro que le llegaba de los autores jóvenes que todavía creían en que los críticos y los programas de libros en televisión o radio respondían a la búsqueda desinteresada de calidad y sólo calidad.

Un día recibió la novela, opera prima, de Margarita Verdejo, una joven andaluza de gran belleza y pluma singular. Se sintió atraído por la foto de la contraportada y decidió comprobar si el libro respondía a los mismos cánones que la joven autora.

Se percató de la originalidad de la trama, la acertada caracterización de los personajes, la agilidad de la pluma y las habilidades para despertar la intriga en cada uno de los párrafos de la narración.

Como había tirado el sobre en el que llegó el libro a sus manos, no sabía si lo había recibido Santiago o Leopoldo y dudada sobre el nombre con el que debía firmar la crítica.

Optó por buscar a la autora personalmente, ya que, tarde o temprano propiciaría el encuentro y le propondría salir a tomar una copa con la intención de seducirla.

Aprovechó un encuentro de narradores andaluces para viajar a Málaga y tratar de conocer a la joven autora. "¿Me presentaré como Leopoldo o como Santiago? ¿Acaso con mi verdadero nombre con el que empecé a escribir crítica?"

En la habitación del hotel malagueño de su hospedaje, celebró un ceremonial nigromante para decidir lo más conveniente para sus pretensiones de seducción.



-¿Margarita Verdejo, verdad?

-Oh, usted es Fausto Bermúdez, el gran crítico literario que unas veces firma como Leopoldo Llorach y otras, como Santiago Saavedra. ¡Tanto gusto! -dijo la escritora alargándole la mano.

-El gusto es mío, señorita. Tengo escrita la reseña de tu magnífica novela. Haré que sea el éxito de ventas que merece una obra como la tuya.

-Oh, será magnífico. Me conformo con vender los doscientos ejemplares de la edición y recuperar el dinero invertido.

-Modesta aspiración teniendo en cuenta la calidad de tu narrativa.

-Muchas gracias -sonrió la autora-. No aspiro, de momento, a más.

-Influiré para que la segunda edición venga de las imprentas de una gran editorial.

-Las grandes editoriales ya me comunicaron su rechazo a publicar mi obra.

-¡No consentiré semejante atropello! Ven conmigo al hotel, te leeré la reseña que tengo en ordenador y serás testigo del correo electrónico que pienso escribirles a esos editores de pacotilla que nada entienden de literatura y sólo de vender libros.

Rechazó la joven la invitación alegando que tenía que verse con su novio antes de la mesa redonda que se iba a celebrar en el Ateneo.

Fausto puso la mordaza del veto tanto a Santiago como a Leopoldo: Margarita Verdejo trata todavía de vender los ciento setenta ejemplares que, tras los regalos pertinentes, aún le quedan de la primera edición de su libro.





4 comentarios:

  1. "Detrás de la mata florida, está la culebra escondida"
    No hay seudónimos que hagan caer en el anonimato las intenciones taimadas. Cuando alguien reconocido no alcanza un objetivo que ha de ser recíproco, como el de una relación consentida, el orgullo convierte, a las promesas bienhechoras (en verdad, malévolas argucias) en una persecución implacable de todo el peso de su poder en el ámbito en que se lo otorguen. ¿Esperanza de los modestos? Ninguna ascendencia es ilimitada ni segura. A veces pronto y otras un poco más tarde, el giro se produce. En todo caso, y en los términos descritos, prolongar la venganza conlleva, forzosamente, prolongar, así mismo, el fracaso, del cual emana.

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  2. ¿Cuál hubiese sido la suerte de la novelista si accede a acompañar al poderoso crítico a su habitación? ¿Y la del relato de este autor? Fausto consigue a Margarita con la ayuda de Mefistófeles, ¿por qué no la consigue aquí con las promesas de éxito literario?

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  3. Simplemente, porque, por fortuna, aún hay mucha (quizás debiera decir alguna) gente que no vende su dignidad.
    Y también porque cuando se es joven nunca se piensa que una oportunidad, por muy buena que sea, va a ser la última.
    Quisiera pensar que el primer postulado pesa más que el segundo.
    Somos bastantes las personas que, habiendo dejado muy atrás la juventud, no nos cansamos de buscar resquicios por donde se nos escuche.

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  4. Estoy de acuerdo totalmente con Juan de Humi....la dignidad es un principio que todavía existe.....y sobretodo el critico demostró tener la poca habilidad de prometer lo que todavía no había realizado y es.... escribir su critica honesta....después entrevistarse con la joven autora....no hay cosa que insulte mas la inteligencia de una mujer y su dignidad.... que el ofrecimiento claramente intencionado.

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