lunes, 12 de febrero de 2018

43 El desafío de los tiempos




El desafío de los tiempos

Antonio García Velasco



El que comenzó siendo acólito del impresor y terminó de maestro poseía un carácter huraño. Sus amistades coincidían en hablar de su "mala bilis". Era eficaz en sus trabajo y las planchas que componía -¡oh tiempos de composiciones manuales anteriores a la linotipia y el offset!- carecían de erratas.

Cuando, setenta años después de que Ottmar Mergenthaler, en 1886, inventara la linotipia, la imprenta adquirió una de aquellas máquinas de segunda mano, Tomás María se sintió desplazado y su humor se hizo más viscoso y amargo.

-Bilis malísima -sentenciaron sus amistades.

No atinaba a componer páginas por medio del nuevo instrumento, aunque el técnico contratado le demostraba las ventajas en rapidez y eficacia.

-Pero, con tanta rapidez, por la gloria de mi madre, saca más erratas que yo manualmente. ¿Dónde está la ventaja? Lo que se gana en rapidez se pierde en correcciones.

-Es cuestión de habilidad, de acostumbrarse a su manejo.

Se lanzaron la tipografía del desafío: tendrían que componer diez páginas de libro sin permitirse una sola errata. Tomás a mano, a la antigua usanza y Albert Notario con la nueva máquina. Una vez que dieran por terminada su labor, cada error cometido sería penalizado con los minutos que acordaran.

El día señalado, al punto marcado por el impresor jefe, comenzó la prueba. Tomás se las arregló, para sigilosamente, lanzar un pequeño molde a las entrañas de la máquina. Ésta quedó paralizada mientras él seguía su composición manual.

La supuesta avería quedó solucionada por el técnico Albert que, pese a la demora, dejó sus páginas listas para la impresión antes de que Tomás sobrepasase la número cinco. Al verse derrotado estalló en cólera y a punto estuvo de destrozar la linotipia a martillazos.

Fue despedido pese a los años de maestro impresor.

-No has sido capaz de adaptarte a los tiempos. Las técnicas avanzan y...

-Nos hacen perder el empleo.



Años después, el hijo de Tomás desplazó al linotipista componiendo textos con un ordenador. Los autores llevaban en un disco su manuscrito y, con un programa de edición, quedaba listo para la imprenta en pocas horas, aunque fuese tan extenso como la Biblia. El viejo acólito del impresor no podía dar crédito a lo que estaba viendo.

-Papá -dijo el joven Tomás-, tu despido ha sido vengado: se compone con ordenador y se imprime en offset.

-Otro vendrá que de tu puesto te echará -fue la lacónica y malhumorada respuesta del padre.

-No tienes motivos, papá, para tan mal humor.

-¡Que sabrás tú, hijo mío, que sabrás tú!

Nunca supo el hijo la causa de aquellas bilis del padre, nunca. Tampoco sus amigos. ¿Acaso lo sabría la madre de Tomás?

5 comentarios:

  1. La condición humana, al cercarnos con las consecuencias del egoísmo, inducen al pesimismo. No obstante, las excepciones discordantes (entiéndase solidaridad, honradez, compasión... contrastadas) le ponen el contrapeso de la esperanza.
    Un humor avinagrado es incapaz de reconocer la ironía, la risa sana, el comentario ingenioso... e, incluso muchas facetas del arte.
    Sin humor la existencia, en el símil de la famosa botella, siempre se ve medio vacía.
    De tal manera resulta imposible congraciarse con alguien e imposible una convivencia placentera.
    El individuo se destierra a la soledad. Le guste ésta o prefiera destinatarios de su mala bilis. Sin cariño no hay acompañamiento.

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  2. La causa del malhumor es este personaje es una incógnita. ¿O no?

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  3. Si, efectivamente. Por eso sondeo posibilidades. Como lector, ante una incógnita me gusta elucubrar sobre las diferentes raíces de la que puede sobresalir.

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  4. La resiliencia preciosa palabra femenina...es algo que no se cultiva en la educación y el producto final es la frustración y el mal humor, que en el caso del protagonista en este relato.... su autor centra como causante de su actitud.

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  5. La resiliencia es la máxima expresión educativa tácita. Adaptarse, cada cual según sus facultades y expectativas al curso de la vida constituye el máximo objetivo de un educador. Incluyéndose, al menos en predisposición, el primero.
    Obviamente, este párrafo constituye un resumen. Y cada resumen es un atentado contra los matices. Sugiero imaginar en la fortuna, en el revés y en la cotidianeidad, estrujar la imaginación para sopesarlas. Y escoger en cada instante aquello que nos mejore.

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