lunes, 1 de agosto de 2011

Fotos, discursos, credibilidad

Arruinar las fotos y la credibilidad de los discursos
Antonio García Velasco

He comenzado a leer un libro que se titula “El pibe que arruinaba las fotos”, de Hernán Casciari, uno de esos libros del montón de las ofertas en unos grandes almacenes, como una tercera parte de su precio inicial me ha costado. Para unos el pibe arruinaría fotos y para otros, por supuesto, les daría la nota juguetona, liberando la pose oficialista de la losa de la seriedad.

Pasa como con los discursos de ciertos candidatos. Para unos arruinan los propósitos de gobernar, los planes de gobierno, la credibilidad, mientras que para otros, diga lo que diga, siempre tienen dispuesta la risa de la gracia. Tanto es así que, pese a que el candidato conoce la manera de conducirnos a la salvación, pero no encuentra la llave para arrancar el motor –hago honor con esta imagen al chiste de Mingote-, ya están diciendo las encuestas que se acortan los puntos que distanciaban al PP del PSOE. Y es que aquí nos cortaron los trajes para marcarnos de por vida. Y, mira por donde, el otro día venía con la carga de la compra, una parte en la mano izquierda y otra, en la derecha. Sentía la marca dañina en los dedos de las manos. Mucho más en la izquierda, pues, según parece la carga mayor –será por el peso del Gobierno- recaía en tal mano. Se me ocurrió parar, echar un descansito electoral y relevar a la mano izquierda dando su peso a la mano derecha. Por supuesto que la zurda no se quedó sin responsabilidades, pues, hubo de coger las bolsas que portaba la diestra. El intercambio de las cargas fue un alivio general para el cuerpo, digo para el pueblo, no, decía bien, para el cuerpo, para mi persona. Las marcas de la izquierda fueron desapareciendo y, poco a poco, la mano derecha se me fue surcando por la presión. Pero ya estaba dentro de casa, donde dejé las bolsas con gran alivio para ambas manos.

Supongo que el pibe continuará arruinando fotos –ya me enteraré con la lectura de la novela- y los candidatos arruinando discursos para seguir arruinándonos a todos, pues no creo que estemos en condiciones de que surja un verdadero líder con ideas suficientemente renovadoras, ilusionantes, capaces de poner remedio a este coto de deshechos en el que los únicos beneficiados, para no variar, parecen ser los especuladores, el capital, los gigantes titiriteros que nos mueven a su antojo desde la cruceta.

sábado, 25 de junio de 2011

De 110 a 120 y al revés

Nunca se limita la velocidad a gusto de todos

Mientras polemizamos sobre límites de velocidad, no hablamos de otras cosas. Los llamados ecologistas, por su parte, afirman que la medida ha sido eficaz: menos consumo de combustible, menos contaminación, ahorro en euros, menos accidentes… Los, llamémosles, amantes del automóvil –fabricantes y concesionarios incluidos- diciendo: que un muermo conducir a 110, que también por duermevelas se producen accidentes, que no hay en realidad tal ahorro, ya que el ahorro se produce porque la crisis reduce el uso del automóvil, que hasta 120 es poco correr, que, por lo menos, el límite tendría que ser 130, como en otros países, o como en Alemania, sin límite fijado y sólo ciertas restricciones, según las circunstancias… Y el gobierno, Rubalcaba, digo Alberto, que el petróleo ha bajado y tiende a bajar –aunque sigamos pagando la gasolina a altos precios, aun con las vales descuento que reparten ciertos centros comerciales-, que la medida fue provisional y ha cumplido su plazo, que… La polémica sigue, seguirá, continuará. Como la amenaza de la bancarrota, la presión de los especuladores de la deuda pública, la espada de Damocles del rescate…

A más consumo de combustible, más ingresos por impuestos para el Estado. Por ello algunos sostienen que “como la medida de la reducción a 110 ha funcionado, lo urgente es suprimirla”. El día 1 de julio, “la marcha atrás” que supone más velocidad para adelante. Juegan algunos medios con el titular “Rubalcaba arranca la campaña a 120”. Necesita toda la popularidad -¿y se la da esta medida?- y suprime una disposición que fue antipopular, salvo entre los grupos ecologistas, que conste.

La ministra Salgado señaló que el ahorro ha sido “superior a la pérdida de recaudación fiscal debido a la menor demanda de gasolina”, pero el ahorro, en todo caso, es para el bolsillo particular y la recaudación es para Hacienda y Hacienda somos todos, pero la administran ellos. No sé si alguien podría explicar que si uno se ahorra un litro de combustible yendo a 110, ese ahorro es un bien general para la Nación. Por la misma regla, si gastamos lo mínimo en el día a día, paralizando el consumo, también ello sería beneficioso para todos. ¿O no? ¡No! Este sistema, que indigna siempre y que sólo ahora manifiesta indignados, se basa en el consumo y no consumir es paralizante. Hasta para Hacienda, que recauda menos IVA y tendrá menos para invertir en reducción de deuda, en infraestructuras, en prestaciones sociales.

domingo, 1 de mayo de 2011

Parábola de las hojas y los rábanos

Las hojas por el rábano


Antonio García Velasco

“Coger el rábano por las hojas” es un viejo dicho popular que viene a significar que nos quedamos con lo superfluo y dejamos lo esencial. Por ejemplo, en el trance de las campañas electorales se ataca al contrario por las hojas de las acusaciones a la vida privada y/o el insulto y se deja atrás la esencia de un proyecto político coherente, fiable, remediador de la grave situación económica en la que estamos inmersos.


Desde el poder se están cogiendo las hojas de prometer la lucha contra el paro cuando los rábanos serían una política eficaz para evitar el crecimiento del desempleo que roza, o acaso en la realidad sobrepase, los cinco millones de parados. Una cosa es prometer, predicar y otra, bien distinta, no dar el trigo, sino encauzar los medios para que cada uno pueda trabajar recogiendo sus propias cosechas.

Desde la oposición tienen muchos rábanos que recolectar, ya que el gobierno ha dado demasiados bandazos hacia el deterioro general –en política de empleo y desarrollo económico, en educación, en sanidad, en gasto público improductivo e innecesario…-, pero, en ocasiones frecuentes, se nos quedan en hojas que caerán en el primer otoño.


Las hojas de lo superficial y secundario no pueden predominar sobre los rábanos de lo esencial y primario. Si a la hora de cosechar los rábanos tiramos de las hojas antes de descubrir la parte comestible, enterrada en la tierra, nos quedamos en y con lo inútil, sin aprovechar lo necesario, o bien obligándonos a hacer un posterior sobreesfuerzo para rescatar lo importante.


Sabemos que la parte comestible de los rábanos posee importantes propiedades alimentarias y curativas, tanto por su riqueza en vitamina C –antioxidante capaz de eliminar las perjudiciales nitrosaminas, con las que nos intoxican por ingestión de tantos envasados comerciales- como por su capacidad de inhibición de células cancerosas. O sea, que, dicho en lenguaje metafórico, en parábola, en alegoría, necesitamos una campaña de rábanos que luego se cumplan en eficaz tratamiento de los cánceres que azotan a nuestra sociedad y no de hojas que se queden, como siempre, en pajaza inservible que ni los animales se comen.

www.agvelasco.es


domingo, 3 de abril de 2011

Mal recibes, Granada, a un forastero

ANTONIO GARCÍA VELASCO

Multa en Granada

Antonio García Velasco

Ante un inminente y próximo viaje a Granada, no tengo menos que recordar que, la última vez que estuve en esta querida y hermosa ciudad, me colocaron una multa debido a seguir un camino equivocado y meterme con el coche por una vía o calle reservada a taxis y autobuses. No digo, por supuesto, que las señales no estuvieran bien colocadas, pero cuando uno viene a darse cuenta ya es imposible retroceder, girar o seguir otra dirección. Pague la multa y, hasta hoy, no me he vuelto a acordar. Y por los motivos ya expuestos.

Mi intención entonces, en la rabieta del rascado de bolsillo, es la que vuelvo a recoger ahora. Escribir sobre la multa recordando el comienzo de la obra de Pedro Calderón de la Barca, “La vida es sueño”. Comienza el drama con Rosaura bajando un monte. El caballo se ha desbocado y ella, disfrazada de hombre, entra en Polonia haciéndose daño. Dice: “…Mal, Polonia, recibes / a un extranjero, pues con sangre escribes / su entrada en tus arenas; / y apenas llega, cuando llega a penas. / Bien mi suerte lo dice; / mas ¿dónde halló piedad un infelice?”

Naturalmente, un forastero en Granada desconoce los vericuetos del tráfico en la ciudad. Pero la foto acusadora de la equivocación no distingue entre nativos y foráneos. Transformé los versos de Calderón en los siguientes:

Mal, Granada, recibes

a un forastero, pues con multa escribes

su entrada en tus arenas:

y apenas llega, cuando llega a penas.

Bien mi multa lo dice;

mas ¿dónde halló disculpa un infelice?

Iba a escribir en vez de “arenas”, asfaltos: “su entrada en tus asfaltos”, con lo que hubiese respondido mejor a la realidad. Pero la rima me hubiese destruido el genial juego de palabras calderoniano “y apenas llega, cuando llega a penas”. Apenas había llegado cuando llegué a las penas de una multa, por ignorante de la circulación en Granada. La próxima vez gastaré más cuidado. O dejaré el coche en el primer aparcamiento público que encuentre. Aunque, a decir verdad, el aparcamiento del hotel, y el hotel mismo, es lo que andaba buscando.

viernes, 21 de enero de 2011

El uso de lenguas en el Senado

La era del pinganillo

Antonio García Velasco

Po zí, me dijo mi amigo el senador, yo tamién zoy partiario der pinganiyo. No ehtoi dacuerdo con que loh zenaoreh andaluzeh carezcamoh de trautoreh y no podamoh ehpresarnoh en nuehtra lehitima lengua andaluza. Por lo demah, po gueno, que cauno able como le salga de… zu gaznate.

Eh gana de dahle empleo a lo probeh trautoreh, no me digan. Er paro se reuce en unoh pocoh. Y cierto, toah lah lenguah quesablan en Ehpaña zon ehpañolah, ahta landalú cablamoh nozotroh. ¿O no?

Y zi ener zenao ze uza pinganiyo, ¿por qué, por la mihma regla de treh no ze uzan ner congrezo de diputaoh? ¿Eh quehtoh no zon ihoh de la patria a liguar que loh zenaoreh? Po máh trautoreh y menoh paraoh.

Cuando yo able ner zenao, voi ablá enandalú puro y duro y zi no ay trautoreh po que naide mentienda. Peó pa eyoh. Y pa mí, po lo mihmo er hefe de mi partío zenfada conmigo y me manda a freí monoh. Pero yo le diré: “Hefe, uno tié deresho a ehprezarze en zu lengua matekna”.

Y zi yega Babé po que yegue. O quer gobiekno ponga trautoreh de toah lah moalidaeh de lenguah y ablah.

Neducazión vamoh retrozeindo: anteh abia un grupo de catalaneh, un poné, y mazercaba yo, po era amigo dargunoh, y dehaban dablá catalán, por rehpeto. Aora eh to lo contrario. Ahta loh zenaores quieren ablá en zu lengua rehioná.

La conversación siguió entre cervecitas y tapas. Y terminó contándome un chiste con cuya reproducción termino esta crónica: “Una mué questaba comprando ner mercadona. Cohe una caha de leshe, un cartón de güevo, un bri de sumo de naraa y un paquete beicon. Mientra ponía loh artículoh en la sinta de la caha, un borrasho cabía detrá della observaba con ditinimiento cada uno de loh artículoh. Ar terminar, er borracho la mira y le dise: "Tú ere zortera". La tía se quea to pillá por la sentensia, pero a la ve intrigá ya quella rearmente era zortera. Miró to loh artículoh que tenía sobre la sinta de la caha y no vio na que pudiera habe esho quer borrasho ahquerozo eze deduhera quella era zortera. Ar finá, ganó la curiocidá y le preguntó ar borrasho: "Eh verdá. zoy zortera. Pero.... ¿cómo la zabío?" Er borrasho contehtó: "Porque ere mú fea, ihaputa".

Asuntos hay feos en todo esto. O, por lo menos, un poco esperpénticos.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Los belenes de Navidad

Desnudito Niño-Dios

Tiempo frío de belenes y representaciones navideñas. Y, en todas, el niño desnudo en el portal. José y María, bien abrigados. Los pastores cubiertos de pieles. Herodes y los soldados, vestidos en consonancia con el lujo de la nobleza y el tiempo helado de un diciembre de clima alterado. Sólo el “cagater”, de ocurrencia catalana y por necesidades fisiológicas, aparece con aquella parte descubierta donde, a decir de Cela, la espalda pierde su casto nombre. Y el niño tan pancho, medio desnudo en su miserable cuna, de pajas y palos, con el gesto de la bendición a todos los mortales.

No le corresponden a José, ni a María, ropas tan ostentosas como les suelen poner en cuadros y figuras de portales de Belén. En los Reyes Magos y en Herodes, pueden explicarse, pero los pobres artesanos no se pueden permitir vestimentas de soberanos. Ignoro cómo sería aquel primer belén que, dentro de una cueva, montó Francisco de Asís en el Nochebuena de 1223. Pero, en los que vemos actualmente, siempre, salvo, quizás, excepciones, el niño aparece desnudo, sólo con el paño púdico sobre sus partes íntimas. ¿Cómo explicar el contraste entre este desnudo infantil y las majestuosidad pomposa de las ropas con las que visten las representaciones de sus padres y demás personajes que van camino del portal? ¿Hace frío para unos y no para el más chiquitín? ¿Significa algo tal desnudo? ¿Y qué significan en tal caso el lujo de los ropajes de los mayores? ¿Cómo se puede tener desnudito a un niño recién nacido sobre un colchón miserable de una miserable cuna? ¿Una Navidad tras otra y a nadie se le ocurre regalarle una mantita para cubrirlo? ¿Era más útil el incienso, el oro, la mirra de los magos de Oriente que una buena manta de pura lana virgen?

Hablan los evangelios apócrifos de un buey y una mula que, con su aliento, calentaban el portal, el pesebre o la cueva donde el niño nació. Pero, entonces, si el aliento de aquellos animales era calefacción tan eficaz, ¿cómo José y María siguen vestidos con ropas de abrigo?

Una amistad me comentaba hoy sobre lo que tendría que ver el nacimiento del niño Jesús con los atracones de comida y bebida en todas las casas. Mi comentario fue: eso mismo me digo yo y, por otra parte, al pobre niño siempre nos lo representan desnudito con el frío tan tremendo que está haciendo. ¡Felices Pascuas y Próspero Año Nuevo!
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Versos ilustrados

Saio da janela, sento-me numa cadeira. Em que hei-de pensar?
Dejo la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?
(De Fernando Pessoa, Antología de Alvaro Campos)