Un poema de estética dudosa sobre el coronavirus
Antonio García Velasco
coronavirus
nuestros
apoderados rámeos
coronavirus
un
ahuyentador fiscalizador
coronavirus
ese
hostigador fonográfico
coronavirus
el
motilón norteamericano
coronavirus
esos
decágonos enjundiosos
coronavirus
las
bobas florecidas
coronavirus
un
expensas pulsátil
coronavirus
estas
baqueanas dioicas
coronavirus
esa
fusionista antipatriótica
coronavirus
esa
mirmidona irregular
coronavirus
estas
lubricantes fanes
coronavirus
una
supersónica iracunda
coronavirus
ese
satán regatón
coronavirus
ese
trasegador cretino
coronavirus
las
literaturas expertas
coronavirus
tu
razonador hebraico
coronavirus
su
gibelino abochornado
coronavirus
algún
ráyido representable
coronavirus
aquellas
directrices artiodáctilas
coronavirus
las denostadoras agrias.
Los versos que mi máquina de trovar ha generado sobre el dichoso coronavirus tienen
mucho que comentar. Puede que algunos nos parezcan absurdos, pero otros nos
invitan a la interpretación y podemos sacarle mucho partido. Por poner un
ejemplo: si nos dice que el coronavirus es “nuestros apoderados rámeos” hemos
de colegir que se nos está hablando de la complejidad de un elemento que nos
domina que se ha apoderado del mundo y con ramas (rámeos) amplias de embrollo generador de más dudas que certezas. Hemos, pues de aplaudir o
aceptar la metáfora. Pero no menos aceptable resulta el segundo enunciado “un
ahuyentador fiscalizador” porque, sin duda, nos ahuyenta a unos de los otros y
hasta el extremo de encerrarnos en casa como precaución, además, se han generado
medidas fiscalizadoras de la conducta y hasta de lo que escribimos en las redes
sociales.
“Ese
hostigador fonográfico”. Si hostigador es el que hostiga y hostigar es azotar,
castigar, molestar, acosar, ¿no es término acertado? Fonográfico es palabra
relacionada con un medio antiguo de reproducción, pero está empleado como
metáfora de los “mass media” que sirven de centro de difusión de noticias,
declaraciones, medias verdades, cifras más o menos engañosas que nos hostigan.
¿O no?
En
fin, este poema en la forma de las clásicas letanías nos reta la capacidad de
interpretación imaginativa. Por ello, no sigo comentando e invito a quienes
lean este poema de estética dudosa a que añadan comentarios e interpretaciones
a las ocurrencias de mi máquina de trovar.
Estéticamente llama la atención de este poema el reiterado nombre y lo que representa su alusión concreta. Todos nos acordamos del famoso verso "a las cinco de la tarde". Nos transportaba mucho más allá del infausto momento que vivió Ignacio Sánchez Mejías: al descuento de cada segundo en la vida de cada ser humano, a la hondura de valores a que debemos aspirar en ella, al devenir esperanzado o desesperanzador de cada generación... En definitiva, a la máquina de trovar no sólo versos sino la grandeza de tantos y tantos poemas. Eso, como bien dice el autor, debemos interpretarlo, con actos de bondad a ser posible, los lectores.
ResponderEliminarSiguiendo la alusión que días pasados hice, en mi muro de facebook, a la frase de J. Conrad: “El autor solo escribe la mitad de un libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector.” Veo aquí un claro ejemplo de delegación de creatividad, de estímulo del emisor mecánico del poema, para que sea el lector el que le otorgue el sentido a sus versos, en este caso, más buen “aseveraciones líricas”.
ResponderEliminarDice la máquina: Yo digo lo que digo, pero lo que digo los has de decir tú, o sea interprétalo tú según tu buen entender, que yo me lavo las manos.
Me quedaré con el motilón norteamericano. El motilón no es de Norteamérica, sino sudamericano o centro americano, de una tribu indígena de la sierra de los Motilones, entre Colombia y Venezuela, aunque también es una fruta de la zona. Hay un viejo cantar que dice: Y los indios motilones le cortaron... las amígdalas. Colón, Colón y su hijo Cristobalito. Aquí me confundo... ¿es que acaso este virus motilón viene a cortarnos las... amígdalas? Tal vez, esa máquina sea premonitoria y nos indique que saldremos castrados de todo esto, o al menos despojados de ciertos atributos económicos que nos coarten el ocio y el goce… ¿O, acaso, se refiere al motilón como fruta exótica rica en antocianinas y nos indica que el disfrute de la frutase acabó?
No sé, pero, ya que me das libertad de pensamiento, me quedo con la “Hieronyma macrocarpa”, el nombre del motilón silvestre, para prevenir el cáncer de vías digestivas, y contribuir al rejuvenecimiento de mi piel.