LA MASCARILLA DEL REY GASPAR
Antonio García Velasco
Al quitarse la mascarilla, el rey Gaspar arrastró su barba postiza y la niña exclamó: "Papa, es mi papá".
LA MASCARILLA DEL REY GASPAR
Antonio García Velasco
Al quitarse la mascarilla, el rey Gaspar arrastró su barba postiza y la niña exclamó: "Papa, es mi papá".
La justicia de los
Reyes Magos
Antonio García
Velasco
Poco antes de las
vacaciones de Navidad, en la clase de cuarto de Educación Primaria, en la
asignatura de “Sociales”, la seño Elena estuvo hablando de la justicia. El tema
surgió porque todos consideraron injusto que se le quitara a Andrés Rovira el
móvil que había llevado a clase. El alumno explicó que su padre se lo había
dejado aquel día para que llamara a casa cuando terminara la jornada escolar.
La maestra decía que, en aquel colegio, estaban prohibidos los móviles. “No es
justo”, decían los niños. La maestra aprovechó el conflicto para explicar el
concepto de justicia y, de modo especial, se detuvo en la justicia
distributiva. Dijo que el principio más básico de esta clase de justicia era la
distribución igualitaria de bienes entre todos los miembros de la sociedad, aunque ello se debería matizar con el rendimiento y la responsabilidad de cada uno
en su trabajo o en sus estudios.
—¿Verdad —dijo la
maestra— que no sería justo que a todos le ponga la misma nota del trimestre se
haya sacado un diez o un cero en el examen?
—¡No! —exclamaron
todos.
Alicia, tras
escuchar a la maestra, apuntó que la justicia distributiva nada tenía que ver
con la “injusticia” de haberle quitado el móvil a su amigo Andrés.
La maestra
respondió que es justo cumplir las leyes de convivencia. Y la niña argumentó
que aquella ley era injusta porque Andrés tenía el encargo de llamar a su padre
cuando terminara el colegio y que, por eso, lo había llevado aquel día.
La seño, después
de varias protestas, terminó diciendo que, antes de finalizar la última clase,
le devolvería el smartphone a Andrés. Y a todos les pareció bien y la clase
pudo continuar. Insistió la maestra en la idea explicada de la justicia
distributiva.
Alicia no dejaba
de pensar y se planteaba que los Reyes Magos, en su reparto de juguetes,
deberían llevar a todos los niños y niñas lo mismo. Sobre todo si todos se
habían portado bien.
—Los Reyes Magos
son justos, ¿verdad, papá?
—Claro, Alicia,
claro.
—Entonces nos
traerán a todos juguetes iguales, es decir, equivalentes. Pues cada niño
escribe su carta con sus preferidos. Pero si uno se pasa pidiendo muchas cosas,
a todos nos deben traer el mismo número de juguetes.
Madre y padre se
miraron sin comprender demasiado: "Esta niña va para filósofa, ya te lo
digo yo", comentó éste.
—No seas
exagerado, Jacinto. Todavía es demasiado pequeña —dijo Lola.
—¡Pues hace cada
pregunta...!
—Sólo está en
cuarto de primaria. No exageres.
—¡Menudo cuando
esté en la Universidad!
Alicia siguió
pensando que, ciertamente, los Reyes Magos le traería lo mismo que a su
compañera Ana Redondo, aunque sus padres tenían mejor coche que los propios, su
casa era más grande y lujosa y llegaba a clase vestida con ropa muy cara.
"Pero los Reyes Magos no entienden de padres ricos o padres pobres. Porque
son mágicos y saben lo que cada uno necesita y son justos. Para ellos todos los
niños que son buenos, son buenos y merecen los mismos regalos... Yo me he
portado hasta mejor que Ana y mejor que Carolina..."
Fueron unas
Navidades felices, aunque había que tener mucho cuidado con una terrible
enfermedad causada por un maligno virus. Se tenía que salir a la calle con
mascarilla...
—Mamá, ¿los Reyes
Magos también tienen que ponerse la mascarilla?
—Claro, hija, como
todo el mundo.
—Pero ellos son
magos. ¿Es lo mismo magos que mágicos, mamá?
—Un mago hace
magia —respondió la madre.
—¿Y podrán los
Reyes Magos hacer una magia que espante el virus?
—Alicia, eso no lo
sé.
Alicia la filósofa
estaba deseando que llegara el día de Reyes para comparar los regalos de las
niñas que conocía y saber si los Magos tenían justicia distributiva o eran como
los demás.
A su compañera Ana
le habían echado una muñeca que andaba sola y podía contestar preguntas, un
móvil de última generación y un monopatín eléctrico. A Carolina, un ordenador
portátil, un juego de “Monopoly” electrónico que usaba tarjetas de crédito en
vez de billetes y una mochila con ruedas para no ir cargada al colegio. A ella,
unos zapatos nuevos, un pantalón, una blusa y una muñeca de plástico duro. Le
dolió la diferencia y comentó:
—Los Reyes Magos
no conocen la justicia distributiva. ¡Tendrían que venir a la clase de la seño Elena!
Navidad con cerco de monstruosos
seres
Antonio García Velasco
Nuestra aldea quizás no tenga características singulares.
Pero es acogedora y, sobre todo, nuestra. La Navidad se suele celebrar con una
gran cena en la plaza ambientada con música y motivos navideños. Algunos, por
su agnosticismo, prefieren decir que celebramos el solsticio de invierno que
para el hemisferio sur es de verano. Y da lo mismo, porque, por encima de las
creencias religiosas o políticas, como sentimiento común, se considera una
fiesta de hermandad y buenos deseos. Pero, maldito sea, este año tenemos la aldea
cercada por un ejército, rebaño, bandada, piara, manada, tropel de monstruosos seres
que nos advierten que nos quedemos en casa, que nada de cena en la plaza, que
nada de músicas ni festejos, que nos atengamos a las consecuencias si salimos
de nuestras encerronas. Nos manifestamos todos, mutuamente, los aires de la
resignación y las luces de la esperanza. Estamos seguros de que venceremos el angustioso
cerco y esos seres quedaran desterrados para siempre. Mientras tanto, nos deseamos
Felices Fiestas, aun a sabiendas de que, para muchos, no serán, ni remotamente,
como las navidades de otros años.
Maruja Fernández y
el problema familiar
Antonio García
Velasco
Pese a sentirse
demasiado alterada por el serio problema familiar, aceptó la invitación a
realizar aquella excursión. Contemplaba el Papamoscas de la catedral de Burgos
y, en el momento en que el autómata comenzó a accionar con su brazo el badajo
de la campana, experimentó una fuerte taquicardia y la salida de sangre de las
fosas nasales.
-¡Me muero!
-Rezongó.
Por suerte, los
compañeros del grupo llamaron a urgencias y la ambulancia acudió en muy poco
tiempo. Le diagnosticaron hipertensión arterial y la dejaron en observación
hospitalaria. Al día siguiente le dieron el alta con un tratamiento regulador
de la tensión. Se sentía fofa, decaída, como cansada.
En su reposo, tuvo
tiempo de rumiar ciertas decisiones pendientes. Y, muy resolutiva, dijo a su
marido:
-Hasta aquí hemos
llegado. Lo siento mucho. Pero no aguanto más tus borracheras. O te buscas un
médico que te ponga un tratamiento, o acudes a Alcohólicos anónimos o, de
cualquier modo, pones remedio a tu alcoholismo. De lo contrario, nos separamos
hoy mismo.
-Está bien. Pero
déjame que, al menos ahora, me tome mi cervecita.
-Creo que lo tuyo
no tiene solución -dijo muy preocupada-. Te advierto que hablo muy en serio y
no estoy dispuesta a aguantar más tu bebida.
-¡Está bien, está
bien! No me tomo la cerveza y, ahora mismo, llamo a Alcohólicos anónimos.
En aquel momento
lo llamaron los amigos, se despidió de la esposa y salió de la casa.
Maruja sufrió un
ataque al corazón que la separó para siempre de su marido.
Nota desde la sorpresa de la novela EL TOQUE DE REBATO
de Carlos Guillermo Navarro
Antonio García
Velasco
Sorprende también
otro hecho: en el español moderno el término más usado es, con mucho,
"De", frente a los textos clásicos españoles en los que la palabra de
más alto índice de frecuencia es "Que". En EL TOQUE ocurre lo mismo
que en los textos de nuestros clásicos: el uso de "Que" supera a
"De": Que: 10.677 concurrencias (Frecuencia relativa = 45,940 por
mil) y "De": 10,292 apariciones (Frecuencia relativa = 44,284) ¿Qué
ocurre en el Quijote con estos términos? Respuesta: Que: 20.514/ Frecuencia
relativa = 54,204; De: 18.039/ Frecuencia relativa = 47,664.
Existen 16.055 términos
de un solo uso. ¿Adivinamos lo que ello supone si tenemos en cuenta que con
unas trescientas palabras nos basta para entendernos en la cotidianidad?
No obstante, la
novela -todo hay que decirlo-, pese a sus 763 páginas, se lee con facilidad, se
comprende sin problemas y la historia nos llega o nos arrebata sin que el
estilo sea un estorbo. Muy al contrario. De hecho, los grados de lecturabilidad
y comprensibilidad que nos da la aplicación son medios.
Continuaremos con
el estudio de esta obra singular.
El
diagnóstico
Antonio
García Velasco
Llegó
a visitarla, con cita previa, Jacinta Valverde, achacosa y artrítica,
malhumorada de soledad y falta de cariño. Le recetó, entre otros medicamentos y
calmantes, un complejo de vitaminas y minerales.
Cuando
Jacinta salió de la consulta, se sentó en la terraza de una cafetería, pidió un
té con leche y, aun con la mascarilla puesta, escribió el siguiente ovillejo,
estrofa a la que era aficionada desde que leyó el libro "Cantares de
flores nuevas" de Antonio García Velasco:
¿Qué te causa tal dolor?
Amor.
¿No será más bien el reuma?
Se suma.
¿Qué te aporta mayor dosis?
Artrosis.
Será que avitaminosis
te produce esa desgana
que se siente de mañana
si mal de amor suma artrosis.
El
té se le quedó bastante frío mientras ajustaba las sílabas y rimas de los
versos.
El rebote de Luisita
Rivas
Antonio García Velasco
El cuerpo de la
escritora Luisita Rivas no era elástico ni mucho menos. Por el contrario,
estaba afectado de un reuma achacoso de años y relentes. Ella decía: "Como
todo el paisanaje de esta comarca de humedales, rocíos nocturnos y escarchas
invernales mañaneras". Y podría tener razón.
No, no era elástico su
cuerpo y, no obstante, cayó al suelo y dio el rebote de un balón pinchado.
En sus escritos se
mostraba purista, evitaba cualquier extranjerismo y, de modo especial, los
dobletes en os/as que consideraba innecesarios, en ocasiones, ridículos y
siempre antiestéticos.
-Es que confunden las
churras de exquisitas leche y carne con la merinas de blanquecina y cualificada
lana. En sus mentes perturbadas no distinguen entre gramática y vida, entre
géneros morfológicos y sexos. Hasta las páginas Web de escritores y críticos
caen en semejante agujero.
Pero,
pobre Luisita Rivas, una caída, un rebote y allí quedaron sus purezas
lingüísticas, sus propiedades léxicas, sus escritos cargados de intenciones
redentoras y sus huesos reumáticos.