lunes, 12 de julio de 2010

El tercer problema de lo españoles

Problemas graves

La prensa: “La clase política en general y los partidos políticos en particular son ya el tercer problema nacional, según la lista que mensualmente elabora el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)”.

Si quienes tienen que solucionar los problemas de la sociedad son el problema, o siquiera el tercer problema de los españoles, significa que estamos en una situación grave. Paro, problema; situación económica, problema y políticos que son los encargados de encontrar la solución, problema. Gravedad en todos los frentes. Crisis de valores, problema. Estatut catalán, problema. Fanatismo que lleva a apuñalar a quien aplaude el éxito de la Selección Española, problema. España como problema, el viejo tema que ya contemplaban nuestros clásicos y seguimos viviendo como un pan amargo nuestro de cada día.

José Cadalso, en sus Cartas Marruecas, nos ofrece una larga definición de los políticos: “Son tales, que con el mismo tono dicen la verdad y la mentira; no dan sentido alguno a las palabras […] que miramos con tanto respeto y pronunciamos con tanto cuidado los que no nos tenemos por dignos de aspirar a tan alto timbre con tan elevados competidores. Mudan de rostro mil veces más a menudo que de vestido. Tienen provisión hecha de cumplidos, de enhorabuenas y de pésame. Poseen gran caudal de voces equívocas; saben mil frases de mucho boato y ningún sentido. […] Son, en fin, veletas que siempre señalan el viento que hace, relojes que notan la hora del sol, piedras que manifiestan la ley del metal y una especie de índice general del gran libro de las cortes. ¿Pues cómo estos hombres no hacen fortuna? Porque gastan su vida en ejercicios inútiles y vagos ensayos de su ciencia. ¿De dónde viene que no sacan el fruto de su trabajo? Les falta, dice Nuño, una cosa. ¿Cuál es la cosa que les falta?, pregunto yo. ¡Friolera!, dice Nuño: no les falta más que entendimiento”.

En otro momento también dice de los políticos que “son unos hombres que de noche no sueñan y de día no piensan sino en hacer fortuna por cuantos medios se ofrezcan. Las tres potencias del alma racional y los cinco sentidos del cuerpo humano se reducen a una desmesurada ambición en semejantes hombres”. Los primeros se complementan con estos segundos, se unifican en muchos casos. Y los españoles, conscientes, ya los perciben como el tercer problema más grave de nuestra actual situación. ¿Cómo solucionar nuestros problemas?

viernes, 9 de julio de 2010

Participios activos y estatut

Del Estatut y los participios activos

Antonio García Velasco

El Tribunal Constitucional (TC) ha avalado la mayor parte del Estatut de Cataluña tras contabilizarse seis votos a favor y cuatro en contra del borrador presentado por su presidenta, María Emilia Casas” (De la prensa)

De la misma manera que la aberración de llamar “presidenta” a la mujer que preside ha calado y todo el mundo parece usarla sin reparo, la mayor parte del estatuto catalán ha sido avalado por el TC después de un largo parto, para cuyo viaje no se necesitaba tanto paritorio. Los españoles no tenemos remedio: la política impone sus varitas mágicas y hace y deshace incluso en el poder judicial. Para escándalo y bochorno de la ciudadanía.

España parece un país provisional. Su larga historia es un hacer y deshacer reinos, ya uniendo, ya desuniendo. No es un proceso similar al huevo que se echa a freír, un visto y no visto, sino que es largo, lento e inevitable. Con razón nos decía Ángel Ganivet que el español no estará conforme hasta que se le conceda un documento –un estatut, por ejemplo- que diga: “Puedo hacer lo que me dé la gana”. Las autonomías tratan de hacer de su capa un sayo y que se funda el plomo de la nación española o la solidaridad. Es el primer paso para la debilidad de los reinos de taifas, en una Europa que tiende a estar cada vez más unida en proyectos y leyes –incluso de reajustes- comunes. Y en un mundo en el que se habla de globalización.

La política social progresista es una cosa y otra muy distinta es confundir los rábanos del progreso con las hojas de los localismos o nacionalismos trasnochados. De todas formas, la propuesta de modificación del Estatuto catalán no deja contento a nadie, aunque Montilla ya haya realizado su declaración triunfalista: "No han podido liquidar el Estatut". Aquí somos así: admitimos “presidenta” cuando de presidir, el participio activo es “presidente”, pero no admitimos “amanta/amante”, “estudianta/estudiante”, “estimulanta/estimulante”, “caminanta/caminante”, “mendicanta/mendicante” y el largo etcétera de la regla académica del español. Claro que, por ejemplo, las “presidentas” se ven más que las “amantas”, pues las amantes y los amantes se mantienen ocultos. No así las estudiantes, que cada día son más y mejores que los estudiantes. Pero no salen en los telediarios. Y es que nos miremos por donde nos miremos, “España es diferente” y provisional, e impredecible, y absurda, y confusa, y contradictoria. Una hoja movida por el viento que sopla y los gobernantes de turno. Ya veremos los revuelos con el “estatut”.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Crisis y recortes

ANTONIO GARCÍA VELASCO

Recortes y chocolate del loro

Cuando la crisis afectó a la casa de aquellos famosos marqueses de cuyos nombres nadie se acuerda, decidieron acortar gastos y, mira por dónde, lo único que consideraron superfluo, y por tanto digno de recorte, fue el lujo del chocolate que todas las tardes ofrecían al loro. Nada de tocar otros gastos, por suntuosos que fueran.

Aquí, por supuesto, el chocolate del loro no se toca. Se recortarán los sueldos de funcionarios, se congelarán las pensiones, se limitarán los gastos en medicamentos, se reducirán la inversión pública y la ayuda oficial al desarrollo, se eliminarán la retroactividad en la aplicación de la ley de dependencia y el cheque del pan bajo el brazo de los niños que nazcan. Hasta el sueldo de los miembros del gobierno quedará reducido. Pero el chocolate del loro parece tan intocable como ciertos ministerios, incluido el de igualdad.

En tal sentido, no se suprimirá el gasto absolutamente innecesario de pagar traductores para el Senado porque el señor Montilla hablará en catalán siendo de Córdoba (Iznájar, Córdoba, 15 de enero de 1955). Costará sólo 6.500 euros, según la prensa. Pero el aparataje de las traducciones simultáneas montado en el Senado y su funcionamiento costaron –y cuesta- su pico, como el contrato de los traductores. Pero eso, amigo, es el chocolate del loro y no se va a privar del chocolate a algo tan emblemático como un loro. Aunque en la Administración existan muchos otros loros que requieren su buena dosis de chocolate y euros y se proteste por su mantenimiento. Así, por ejemplo, el sindicato profesional de policía (SPP), en su protesta por tales gastos y los recortes de sus sueldos que se avecinan, sugiere que se tenga en cuenta que los policías nacionales ganan hasta un 30% menos que los policías autonómicos o locales y que, antes que tocar su sueldo, se elimine el de "miles de asesores que pueblan las nóminas de las diferentes administraciones públicas”. Empezando, quizás, por los asesores del propio Presidente.

Pese a todo, hay que reconocer que estamos pagando errores que cometieron otros y necesario será apretarse el cinturón para achicar las aguazas negras del déficit, aunque la pudrición de las aguas sea debida a falta de previsión, gasto alegre y mal gobierno.

sábado, 1 de mayo de 2010

Los fallos de la pulserita

Falla la pulsera

Antonio García Velasco

Ahora se plantean si es timo o milagro el asunto ese de llevar una pulserita de plástico o silicona con hologramas. Desde el Gobierno se intentan poner pulseritas y más pulseritas que, si no curan realmente, al menos se espera que tengan un efecto placebo en esta sociedad nuestra de cada día.

La pulsera que lleva puesta la muñeca del Gobierno despide hologramas de todos los colorines posibles, pero raramente consiguen el milagro de deslumbrar a todo el personal. Mucho menos nos hace dormir mejor, nos equilibra –y menos la balanza de pagos-, nos mitiga el malestar del vértigo que producen casi cinco millones de parados, o hace que disminuyan nuestro dolores musculares. Los hechos nos hacen pensar en el fiasco de las pulseras con las que el Gobiernos trata de mejorar nuestra salud: ni la memoria histórica con su mapa de fosas de la guerra y postguerra civil, ni las manifestaciones pro superjuez juzgado por presuntas corruptelas o atribuciones que no le correspondían, ni los Gürtel de la oposición o del propio partido, ni el echarle la culpa al otro o a la situación internacional… nada, los hologramas de la pulserita no funcionan como se esperaba.

Naturalmente la pulsera tiene sus partidarios, se la ponen y ni para dormir se la quitan, ni siguiera para presidir consejos de consejeros.

Facua considera que la publicidad de la empresa que vende la pulsera es engañosa y vulnera un real decreto de 1996 sobre promoción comercial de productos con pretendida finalidad sanitaria. Pero el Gobierno sigue empañado en deslumbrarnos con su holografía y que todos experimentemos el efecto benefactor de una economía que oficialmente crece y realmente produce cada vez mayores dolores familiares. Los que no tenemos la pulsera vamos a tener que adquirirla para contagiarnos del optimismo oficial, para verlo todo con la sonrisa del que vive en el limbo mientras el mismo paraíso se va deteriorando, porque el ángel de la espada hace tiempo que arrojó a las tinieblas exteriores a los habitantes del supuesto edén.

Decían en mi pueblo que aquel que se enamora de la mujer del teatro, es como quien tiene hambre y le dan bicarbonato. Colocarse la pulsera y pensar que todo va bien encaminado es tomar bicarbonato cuando lo que realmente necesitamos es empleo para las 4.612.700 personas en paro.

lunes, 12 de abril de 2010

Cincuenta mil folios

50.000 folios

Antonio García Velasco

Son muchos folios. ¿Cuántos argumentos de series americanas de juicios espectaculares habrá contenidos en cincuenta mil folios, A4 que es lo que se lleva ahora? ¿Cuántas novelas? ¿Hay páginas web que resistan tantas líneas de texto? ¿Comprimidos o descomprimidos? ¿Cuántos folios más están generando los cincuenta mil? ¿Contando o sin contar a los tertulianos de los distintos medios, que hablan sin guión aparente, aunque con tendenciosidad manifiesta? Nada como la corrupción para llenar páginas.

Hoy se dice que sexo y orgias constituían el arma secreta de Gürtel. Tiran más dos tetas que dos carretas. Si preciso es tirar por la ventana, por la ventana se tiran y se estrelle quien se estrelle. O que usen paracaídas.

Todos los días un folio, por lo menos. Pero, folio a folio, cuando acabemos la lectura, todos calvos o con las cenizas aventadas. Es preciso leer más de prisa. Sobre todo para que quede tiempo para el regodeo o el llanto ante ciertos contenidos. Se alegran unos de la corrupción descubierta, viendo el caso desde la perspectiva electoral. Y la lloran otros. Pero es que la lamentamos todos, sobre todo en cuanto al bolsillo haya tocado, que el dinero sale siempre de la bolsa de quienes necesitan el servicio en el que apoyan sus ganancias los corruptos: la vivienda se paga más cara, llega menos dinero a sanidad o educación, se desvían los presupuesto a lo que más machacantes deja al corrupto… No es fácil evaluar los daños de la malversación de fondos.

El caporal o los caporales del Gürtel se las sabían todas. El Arcipreste de Hita ya nos dejó la sentencia de que “el mundo por dos cosas trabaja: la primera, / por aver mantenençia; la otra era / por aver juntamiento con fembra placentera”. Y ellos, hala, a procurar dinero y a proporcionar hembras placenteras para trincar por los “miembros” más sensibles. Menos mal que de todas las que se sabían, una la ignoraban. Y todos los Aquiles tienen su tendón. Y los han cogido y los juzgarán. Presupongamos inocencia constitucional, pero los juzgarán y pagarán hasta por los cincuenta mil folios –y las copias correspondientes- que se han reunido en el sumario.

jueves, 21 de enero de 2010

¿El ladrillazo de Haití?

¿El ladrillazo de Haití?

Me cuentan en la presentación adjunta a un correo-e que un ejecutivo brillante y bien pagado, en la burbuja de su ego inflado de éxito, corría en su auto, caro, magnífico, deslumbrante. Su pavoneo era absoluto. De pronto, escuchó un duro golpe en la puerta. Detuvo la máquina y comprobó el daño en la carrocería flamante del signo externo de su posición social. Con las mismas, giró, cambió de sentido y se acercó al lugar del impacto. Un chiquillo parecía el responsable del ladrillazo. El ejecutivo le echó la bronca y le pidió explicaciones con la amenaza de pagar caro el daño a la chapa de su coche. El chico llorando explicó entre lágrimas: “Por favor, señor, por favor. ¡Lo siento mucho! No sé qué hacer. Le lance el ladrillo porque nadie se detenía... Es mi hermano. Se descarriló su silla de ruedas y se cayó al suelo... Y no puedo levantarlo. ¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla? Está golpeado, y pesa mucho para mí sólito... Soy muy pequeño”. El ejecutivo reaccionó positivamente: después de cerciorarse de la verdad, ayudó al niño a subir al hermano en la silla de ruedas. Le limpió las heridas al joven indefenso y, cuando el niño, empujando trabajosamente la silla, se alejó hacia su casa, se subió en su jaguar y se marchó. Eso sí, conmovido, emocionado, marcado por lo que había visto. Termina el relato con estas palabras: “El ejecutivo aún no ha reparado la puerta del auto, manteniendo la hendidura que le hizo el ladrillazo, para recordarle que no se debe ir por la vida tan distraído y tan deprisa que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención a la realidad del mundo”.
Tiene peligros de perderse en el jardín laberíntico de un dios inescrutable el hecho de colegir del relato que lo ocurrido en Haití es un ladrillazo a nuestro mundo occidental, tan ejecutivo y eficaz, pese a la crisis tan artificial como lamentable y con víctimas tan concretas, siempre las mismas. Existe la indigencia nuestra de cada día, existe la miseria, la injusticia, existen las marcadas diferencias entre ricos y pobres. Y sólo las desgracias apocalípticas como la del reciente terremoto hacen que detengamos nuestro patinete, nuestro carro, nuestro coche, nuestro tren de vida. ¿A costa de qué desgracia vamos a reaccionar de una vez por todas? La cuestión no es reaccionar una vez ante un ladrillazo atroz, la cuestión es luchar cotidianamente por un mundo más justo y equilibrado socialmente.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

UN CUENTO DE NAVIDAD

Un cuento de Navidad

Antonio García Velasco

Desde su perspectiva de hombre enamorado, ella era la mujer más hermosa del mundo. Sin embargo, desde el punto de vista de otro cualquiera, ella era… hermosa en extremo, posiblemente más que otra mujer del mundo. Estaba convencido de que ella lo amaba y, por tanto, su único temor era pensar que Dios pudiera elegirla para madre de su segundo hijo. Si bajara el arcángel a hacerle la anunciación de que concebiría por obra y gracia del Espíritu Santo, él se revelaría hasta el punto de renunciar a su fe y proclamar a los cuatro vientos la injusticia divina. No tenía madera de santo José y, ni por Dios, estaba dispuesto a renunciar a su amada, bella entre las bellas, hermosa como ninguna.

Cuando escuchaba hablar del hambre en el mundo, de la crisis económica afectando sólo a los que menos poseen, de las desigualdades entre ricos y pobres, de la corrupción y la miseria, de la maldad reinante, de la degeneración humana, de la indiferencia de los poderosos ante las enfermedades graves pero curables, de las flagrantes injusticias… cuando, en fin, oía afirmar que es la hora de una segunda venida del Mesías, se ponía a temblar, seguro de que Dios escogería para encarnar a su hijo a la mujer más hermosa de la tierra, y esa era ella, su amada. Y como la quería por encima de todas las cosas, terrestres o celestiales, chabacanas o sublimes, no estaba dispuesto a renunciar a su amor. No se resignaría como San José, pobre hombre, impresionado porque su desposada había sido elegida por la Divinidad como madre del Redentor. Por buenazo, aceptó complacido, protegió a María contra las habladurías y fue como un padre terrenal para el hijo de Dios. Él no estaba dispuesto a semejante sacrificio. Incluso, a veces, siendo partidario de la vida y respetuoso con los no nacidos, hasta se daba en pensar que, si a Dios se le ocurría engendrar en su amada, por muy divino y redentor que fuese el engendro, aprovecharía la ley Aído y la llevaría a una clínica pública o privada. Que lo supiera Dios que con él no se jugaba así como así.

En otros momentos, temía el enfrentamiento con el Todopoderoso, ya que se consideraba un pobre mortal, sin más oficio ni beneficio que su carrera universitaria y un trabajo mal remunerado de técnico en telecomunicaciones. Eran momentos de abatimiento y celos que desaparecían al verla a ella, radiante como una diosa, perfecta como un amanecer, sublime como la música de Mozart. “Oh, Bibiana, mi Bibiana”. Y se crecía hasta sentirse capaz de todo con tal de ser el único.

Bibiana, además de bella, era creativa, sociable, dinámica e independiente. Respetaba la forma de pensar de los demás, a los que escuchaba con gran interés. Por ello era muy querida por sus amistades. Y, sobre todo, por él, que tan profundamente enamorado se mostraba.

Un día apareció turbada, inquieta, temerosa. Y, al mismo tiempo, complacida, llena de gracia entre todas las mujeres, feliz. No se atrevía a confesar los motivos de su estado de ánimo. Pero él lo supo desde el primer momento: sus temores se habían cumplido. Bibiana estaba embarazada. Era un 25 de marzo, día de la Encarnación. El niño-Dios nacería, como cada año, el 25 de diciembre. Pero él no estaba dispuesto a celebrar una nueva Navidad. Nunca más, una Navidad, aunque tuviese que renunciar a todas sus creencias y llevar a Bibiana a una clínica pública o privada.