domingo, 21 de enero de 2018

21 Un ábaco y un gato verde


Un ábaco y un gato verde

Antonio García Velasco



Mi hijo había abandonado el ordenador y la calculadora y realizaba las operaciones aritméticas con un antiguo ábaco que era de mi padre. Más de sesenta años tenía el instrumento de cálculo que lo absorbía como si se tratara de un novedoso descubrimiento. Y lo sería, sin duda, para él.

En aquel momento entró en la casa un gato verde y el niño ni siquiera se inmutó, absorto en la manipulación del ábaco.

-¡Un gato verde, un gato verde! -gritó la niña.

Tanto mi mujer como yo nos acercamos precipitadamente para ver el raro animal. Juanito ni se alteró.

-¡Juanito, un gato verde! -le grité, al tiempo que me daba cuenta de que ordenador y calculadora estaban en la papelera.

-¿Qué has hecho, Juanito? -vociferé de nuevo, fuera de mí.

El gato seguía su paseo por la casa bien ajeno a las admiraciones y temores que despertaba.

-¿De dónde viene este gato? -preguntó Adela, mi mujer.

-¡Y el niño con el ordenador en la papelera y el ábaco del abuelo! ¿Qué bicho le habrá picado?

-¡El gato verde! -gritó Susanita como si estuviese dando respuesta a mis preguntas.

-¿Cómo que el gato verde, qué es lo que estás diciendo, Susanita? ¿Es que ese extraño gato ha mordido a tu hermano?

-El gato verde se ha hecho caca sobre la alfombra -explicó la niña.

-Llama a la policía municipal, a la perrera... ¡Qué sé yo! A quien proceda con tal de que se lleven ese animal.

Me fui hacia Juanito para comprobar donde le había mordido el gato. Mi hijo no tenía el menor síntoma de daño y, aunque lo zarandeé para examinarlo, no dejó el ábaco:

-¡Papa, por favor! ¿Qué quieres, qué me haces? ¿No ves que estoy haciendo mis deberes?

-¿Por qué has tirado el ordenador? Si no quieres usarlo, déjalo en la mesa, que daño no te hace...

-Papá, esto es más divertido... Y las cuentas me salen mejor.

-El gato se ha marchado por la ventana -llegó diciendo Adela.

Susanita lloraba por la pérdida. Comencé a recoger y recomponer el ordenador. El niño terminó sus deberes con el calculador manual. Adela salió tras el gato verde para que la niña dejara de llorar…

Son las dos de la madrugada y aún no ha vuelto. Los niños rendidos por el sueño están dormidos sobre el sofá y yo no atino a reorganizar el ordenador y sus periféricos.


1 comentario:

  1. Quizás haya menos distancia hasta el cálculo mental desde el ábaco que desde el ordenador. Quizás un ábaco sea más fácil de reconstruir. Quizás a través de los espacios del ábaco se aposente, intangible, un claror imaginativo.

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