lunes, 29 de enero de 2018

30 El periscopio


El periscopio

Antonio García Velasco



El submarino estaba anclado en el puerto, esperando la orden de sumergirse y emprender su navegación bajo las aguas del océano. De pronto se escuchó un golpe seco. Se percataron de que un proyectil, piedra o bala, había impactado en el periscopio: las lentes exteriores quedaron destrozadas. La reparación retrasaría unos días la partida, lo que provocó una serie de peticiones de permiso para pasear por la ciudad.

Alcántara Fernández, Juan Ignacio, aprovechó el permiso para regresar a su casa y estar más horas con su esposa e hijos. Uno de éstos, Juanito, lo recibió con una felicidad y euforia que sobrepasaban la normalidad.

-¿Por qué estás tan contento? -le preguntó su padre.

-He conseguido que vuelvas -fue la respuesta del niño.

-¿Qué has conseguido que vuelva?

-Estaba seguro de que lo conseguiría -afirmó mientras acariciaba la horquilla de la resortera que llevaba en la cintura.

No fue necesario insistir en el interrogatorio. El marino comprendió.

-Juanito, eso merece una sanción.

-Lo sé, papá. Pero quería volver a verte. Y también mamá que lloraba tu marcha.

Padre e hijo se fundieron en un abrazo y la imposición de castigo se evaporó como agua de un cacillo puesto al fuego de una hornilla de gas.

El hecho fue un evocativo de la argucia que el mismo Juan Ignacio, siendo niño, había protagonizado para tratar de evitar que su padre y su madre se separaran. Eran otros tiempos, ciertamente, pero, por hache o por equis, lo consiguió, sus padres se reconciliaron y, al cabo de los meses, nació Aurora, la hermana a la que tanto quería.

-No vuelvas a hacerlo -recomendó-. Debemos aceptar las imposiciones y exigencias de la vida, sobre todo cuando son de fuerza mayor: navegar en el submarino es mi trabajo.

-Necesitaba verte, papá. Y mamá no hacía otra cosa que llorar.

-Como en una rifa que te tocara estoy en casa: podrían haberme negado el permiso.

-Saben que vives aquí, que tus hijos y mamá estamos en esta ciudad. No podían negarse a tu desembarco mientras reparan la rotura.

-Es demasiado temerario lo que has hecho. No vuelvas a repetirlo.

-Te lo prometo, papá.

Dos días y medio tardó la reparación del periscopio estropeado. Al cabo de los cuales, reclamaron a todos los miembros de la tripulación y el submarino zarpó para realizar labores de reconocimiento y vigilancia. Tentado estuvo Juanito de disparar de nuevo un proyectil certero sobre la lente externa del periscopio. Y lamentó no haberlo hecho, pues, el submarino, como el argentino ARA San Juan, desapareció para siempre por causas que todavía no se han aclarado.

2 comentarios:

  1. Acertar es cuestión de puntería y de suerte. Puertas de anhelos que se abren, de pronto, se cierran para siempre. Y viceversa. ¿Acertar?
    Imposible saberlo: no se nos comunica el futuro de nuestras acciones ni el momento en las que pueden tener consecuencias benefactoras o adversas.

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  2. Gracias. Tu reflexión nos hace reflexionar.

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